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Mujer rural

  Decididamente yo soy una mujer rural. Me levanto temprano, lo primero que hago es abrirle a los animales para que salgan al campo, muchas veces voy con ellos a dar un corto paseo, en pijama. No me miro en el espejo, no me lavo la cara, no me peino, simplemente me meto en el bolsillo las llaves y camino. A mi regreso, después de poner el riego y acariciar los tomates, que dudo se pongan rojos con las frías noches de septiembre, vuelvo a casa y preparo el café. No hay nada que me impida desayunar de pie, frente a la ventana de la cocina, observando orgullosa mis geranios, sus flores tardías, rojas, fucsias, carmín... Hay que tener cuidado porque por la mañana el tiempo vuela, a poco que te despistes las campanadas de la iglesia dan las diez, y ya hay que encender el ordenador y trabajar. Y todo queda expectante, los perros, la vajilla sucia en el fregadero, la cama revuelta, el espejo del baño al que sigues sin asomarte… Entre una cosa y otra, mando callar a mi mastín que ladra con

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