Las Doce princesas bailarinas

Las Doce princesas bailarinas es uno de los cuentos de los hermanos Grimm que más me han llamado la atención desde siempre. Doce princesas que se escapan atravesando una puerta secreta y llegan a un bosque donde les esperan doce príncipes encantados que las llevan en sus barcas hasta un castillo de cristal donde bailan toda la noche hasta romper los zapatos...
Esta lleno de misterio, de poesía, de símbolos y cuando lo oyes contar eres capaz de sentir la música, el brillo de los trajes de baile, los pasos de danza y el silencio del bosque cómplice de las valientes y alegres princesas. El soldado no es un héroe al uso, sino un pobre soldado herido, que ha tenido la suerte de encontrarse en su camino con una bruja que le entrega los dones necesarios para acometer su hazaña con éxito: un consejo y una capa que le hará invisible.
La historia es sencilla pero atractiva en todos sus elementos, los presentes en el cuento y toda esa información que se oculta y que sólo podemos suponer, imaginar. Esta lleno de misterio, de incógnitas: ¿Qué mentiras habrían contado las princesas a su padre, el rey, para que este se viera obligado a entregar su reino a quién descubriera la verdad? ¿Por qué estaban encantados los príncipes? ¿Cómo se llamaban las princesas? ¿Por qué doce princesas? ¿Cómo sabía la bruja el secreto de las princesas? Y muchas preguntas más...
Yo he contado el cuento muchas veces y siempre me sorprenden las preguntas que me hacen los niños, mejores que las que yo me hago. Probadlo.
Hace poco cayó en mis manos una nueva versión de este cuento, ilustrado por Sheila Robinson.
La Universidad Anglia Ruskin de Cambridge publicó en octubre de este año el libro que la ilustradora inglesa había concebido como un todo a finales de los años cuarenta, cuando era estudiante de arte. Las ilustraciones permanecieron durante años en las vitrinas de la Fry Art Gallery de Saffron Walden, donde se exponen los trabajos de otros artistas locales de mediados del siglo XX.
El libro es una pequeña joya. Un verdadero álbum ilustrado artesanal, con dibujos a tinta, sólo algunos de ellos ligeramente coloreados; delicado, intenso, fascinante. Pasas las páginas y sigues deseando leer la historia. Hay algo en sus dibujos que te envuelve y te convierte en la decimotercera princesa. Quizá sea que, de todas las ilustraciones que he visto de este adorable cuento, éstas son las que más se parecen al libro que hemos soñado al oírlo narrar por primera vez.

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